lunes, 4 de mayo de 2009

(6) Transformaciones y recortes

Para este punto, primero debemos imaginarnos a una mujer con un vestido sin fin, lo que llevaría a que nos imaginemos también, un texto, que describe este vestido, sin fin. Este vestido debemos segmentarlo en distintas unidades significantes para compararlas entre sí y reconstituir así la significación general de la moda.

Este vestido sin fin, tiene dos dimensiones, una primera que profundiza los diversos sistemas que componen su texto y la otra que se extiende dentro de la cadena de palabras como cualquier discurso. De esta manera, el análisis hace que se tengan que prever dos tipos de operaciones: de transformación, que apunta a los sistemas en profundidad, cuando se reduzcan los sistemas entre sí; y de recorte, que apunta a los signos de cada uno de ellos en extensión, cuando se busque el aislamiento de los elementos significantes y significados.

Transformación 1: de lo retórico a lo terminológico

La primera transformación solamente se trata de desproveer la frase de sus valores retóricos para que se reduzca al enunciado verbal de una significación de vestimenta. Estos valores retóricos generalmente son conocidos como: metáforas, censuras, palabras, rimas, etc. Y son fáciles de remover hasta que se pueda tener una equivalencia verbal del vestido y la Moda.

Existe un único estorbo para esto, y es el de encontrarse con unidades verbales que no se puedan catalogar inmediatamente como retóricas o terminológicas, en la medida en que, por condición de léxico, forman parte de dos sistemas a la vez. Por ejemplo con el adjetivo pequeño, el cual puede remitirse a una apreciación de medida o puede connotarse a una idea de modestia. Asimismo con otras palabras que pueden tomarse literalmente o con sentido metafórico (brillante, estricto, etc.). En estos casos no debe pensarse que son insolubles, sino que se debe mirar el enunciado, pues ahí estará más clara la retoricidad o terminología de la palabra.

Transformación 2: de lo terminológico al código de vestimenta

En principio se tuvo que el código de vestimenta escrito y el código de vestimenta real tenían autonomía, sin embargo si el sistema terminológico apunta al código real, ese código jamás se desarrolla fuera de los términos que lo “traducen”, su autonomía es bastante como para obligar a una operación de desciframiento original, obligadamente diferente al de la lengua. Por esto y desde un punto de vista metódico, esta norma paradójica es muy molesta. Ya que si se consideraran las unidades del vestido escrito como verbales, en ese vestido solamente consideramos la estructura de una de todas las lenguas, vale decir, analizamos el sentido de la frase, no el sentido del vestido, y si se tratan como elementos verdaderos del vestido, no logramos hacernos con ningún sentido de ellos. Así que, o quedamos demasiado cerca o vamos demasiado lejos, y en ambos casos, nos saltamos la interacción central, que es la del código de vestimenta. De hecho tenemos que aceptar que el sentido de vestimenta es demasiado tributario del nivel verbal, esto es, que la lengua es una frontera más allá de la cual el sentido se irrealiza y, sin embargo las relaciones de la lengua no pueden identificarse con las del código de vestimenta real.

Con respecto a ese circuito, hace pensar en el de una escritura errónea que deformaría el uso y la mención de un concepto y que fundiría sin parar la objetividad del lenguaje y su autonomía, dado a la palabra como objeto y como palabra a la vez. De esa ambigüedad el análisis resulta permanentemente atrapado, a no ser que elija quedarse en ella y aprovecharla. De hecho, sin alejarnos de la línea de las palabras, podemos tratar de reemplazar las relaciones gramaticales, por una “pseudo sintaxis”, cuyas articulaciones tengan como única meta dar a conocer un sentido de vestimenta, y ya no una inteligibilidad del discurso. Así partiendo de un enunciado terminológico como: topos blancos en un traje son signo de tarde, en cierta forma podemos eliminar las relaciones sintácticas de la frase y reemplazarlas por funciones suficientemente formales para preparar el traspaso del sistema terminológico al último código de vestimenta que razonablemente podemos esperar alcanzar. Esas funciones serán de momento la equivalencia (=), que ya ha sido utilizada, y la combinación (*), de la que no sabemos todavía si será implicación, solidaridad o simple relación; de este modo obtendremos un enunciado semi-verbal, semi-semiológico de este tipo:

Vestido * topos * blancos = tarde.

El producto final de la transformación 2 es este enunciado semi-verbal, semi-algorítmico, el cual representa indiscutiblemente el mejor estado de la transformación, ya que no tenemos derecho a descomponer más los términos verbales de la ecuación, y a su vez, también estamos seguros de que todos los términos de la ecuación tienen un valor significante. Este es, entonces, el último código que el análisis puede alcanzar, se trata de un código pseudo real, así el conjunto del vestido escrito comprende los siguientes sistemas:

1. Retórico: los trajes de tarde se puntúan de blanco
2. Terminológico: topos blancos en un traje significan la tarde.
3. Pseudo real: vestido * topos * blanco = tarde.

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